La traducción de 'Chinjeolhan geumjassi' (nombre original de la película en coreano) al inglés: Sympathy for Lady Vengeance, dicta y describe, con total acierto, el cómo se articula la relación espectador- historia durante la película. En esas cuatro palabras, refiere a todo el círculo de simpatía que incluye al espectador (como aquel que reconoce en ella algo que le parece humano, y avala su actuar desde esa empatía), hacia la carga que asume Geumjassi, en el plano de la ficción, al decidir matar. Ella es Lady Vengeance, ella se deleita con la idea de vengarse y, justamente es ese deleite el que le permite hacerlo; y, al mismo tiempo, el deleite de ella, permite que los espectadores, que empaticen con su dolor, se deleiten con el mismo entramado escabroso de la ficción.
Ella se fuerza, se motiva en la experiencia estética para que el dolor quede de lado y se devele todo el potencial deleitoso que reside en el dolor ajeno, en la potencia de reconocer allí la esencia de lo humano. Jacques Aumont, en su Teoría Estética, reconoce este principio como el delight, lo delicioso, que es una “suerte de embeleso mezclado de terror, cuyo ejemplo privilegiado es el que experimenta ante ciertos espectáculos de la naturaleza que implican la oscuridad” (167) considerándolo, entonces, como lo más cercano a una experiencia de dolor psicológico, donde el dolor ajeno, el sufrimiento que vemos en el otro, nos sitúa en un lugar ficcional, por lo que la empatía que la ficción genera, es la misma raíz del goce estético.
Por otro lado, el enfrentamiento desde ella misma, a la oscuridad posiciona a los sentidos en un estado adrenalínico, ya que desconoce el objeto al cual se enfrenta, por lo que, la única manera por la cual puede hacerlo tolerable, es reconociendo en la sensualidad, una vía de comprensión de eso inabarcable que es la vida humana. Esta dimensión es posible verla durante su actividad onírica: ella sueña, casi a modo de epifanía, que mata, y esa muerte, si bien es fría, es bella. La escena del sueño transcurre en la nieve, en el espacio definido por el frío, sin embargo todo es pulcro, todo es medido, todo es templado por ese goce. Ella sonríe, y esa sonrisa es el deleite ante lo bello que implica esa humanidad exacerbada.
A lo largo de la filmografía de Park Chan Wook, y específicamente, en las dos películas anteriores a Sympathy for Lady Vengeance: Sympathy for Mr Vengeance y Old Boy, los personajes se ven forzados a vengarse, a cometer crímenes fuera de sus paradigmas morales, a buscar culpables de sus dolores injustos. Sin embargo, en ninguna dimensión pueden ellos sentir deleite: la venganza se instala como deber, la venganza supera sus noblezas, y eso genera la misma empatía en el espectador, pues ven en el otro a un ser- muy- humano y que, interpelado por situaciones que le son ajenas, debe matar, debe buscar la muerte de otro para salvar una vida.
En Old Boy (2003), Oh Dae-Su es secuestrado por 15 años sin que él sepa dónde está, ni por qué motivo ha sido tomado cautivo: 15 años sin dialogar con nadie. Cuando es liberado, despierta en la azotea de un edificio y hay otro hombre en el edificio, lo interpela. Oh Dae-Su encuentra un celular en su bolsillo, recibe una llamada: su secuestrador lo llama para informarle que tiene 5 días para descubrir el porqué del secuestro. Luego de eso comienza una vorágine, un desenfreno por encontrar el motivo y, al mismo tiempo, anida en él un odio ansioso por vengarse del raptor en el minuto del encuentro.
A lo largo de la película, Oh Dae-Su descubre su error, la fatalidad de un comentario en la adolescencia, el cómo ese error engendró el sufrimiento y el odio en otro, y es ese odio el que requiere de venganza. Es un círculo constante de dolor y venganza, no hay un deleite en ello, hay una presión determinada por el tiempo.
A diferencia de Geumjassi, el protagonista de Old Boy no deja espacio para el deleite, sino solo para una pulsión, para un actuar medido por un tiempo escaso. En ambas películas, lo escabroso es lo desconocido, el daño desconocido, el dolor en otro, la dimensión profunda de ese odio. La teórica Estela Ocampo, a propósito de lo escabroso, desde una perspectiva freudiana propone que “esta identificación entre los deseos reprimidos del artista y sus equivalentes en el espectador es la responsable del placer estético.” (186) Sin embargo, este placer estético ante lo oscuro de la trama, implica un desprendimiento a nivel del espectador, de su capacidad de juzgar moralmente; y a nivel de los personajes, implica que los mismos personajes readecúen su moral (y a ratos la pierdan) en pos de un fin: la muerte de otro, la venganza como modo de sublimar un dolor, una pérdida.
Aumont, Jacques. Teoría estética, obra completa. Madrid: Akal. 2004. Impreso
Ocampo, Estela y Martí Perán. Teorías del Arte. Barcelona: Icaria Editorial. 1991. Impreso
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